16 de Febrero 2025
Los trastornos del comportamiento en perros y gatos son complejos y requieren un abordaje basado en evidencia científica. Sin embargo, la falta de conocimiento ha llevado a la proliferación de soluciones erróneas por parte de personas sin formación en medicina veterinaria ni en etología clínica, lo que puede empeorar el problema en lugar de resolverlo.
Cuando un perro muestra reactividad, no se trata simplemente de un problema de comportamiento aislado. Puede ser un signo de trastorno de ansiedad generalizada, de hipersensibilidad-hiperactividad (Hs-Ha) o incluso estar relacionado con dolor crónico. Un diagnóstico preciso es clave para ofrecer el tratamiento adecuado y evitar interpretaciones erróneas que lleven a técnicas inefectivas o dañinas.
De manera similar, un gato con eliminación inapropiada puede estar manifestando estrés crónico, un trastorno de procesamiento sensorial o una condición médica. Es fundamental una evaluación profesional para abordar el problema de raíz, en lugar de perder tiempo en corregir un signo sin entender su causa.
En el caso de los trastornos compulsivos, qué incluyen el lamido acral o la persecución de la cola, no son simplemente "manías" del animal, sino signos de un problema subyacente que puede estar relacionado con estrés, dolor o alteraciones neurológicas. También, en animales geriátricos, cambios en el comportamiento como la desorientación pueden indicar deterioro cognitivo y no solo el envejecimiento normal.
El desconocimiento sobre la profundidad de estos problemas ha llevado a que el abordaje sea superficial, perpetuando el o los problemas por meses y prolongando el sufrimiento del animal. Los tutores deben comprender que no cualquier profesional ni cualquier manejo es adecuado. El tratamiento no puede basarse en consejos generalizados sobre comportamiento, ya que estos solo son aplicables a animales sin trastornos zoopsiquiátricos ni afecciones físicas.
La etología clínica en perros y gatos requiere con urgencia que sea mirada con el enfoque serio y especializado que amerita, esto con el fin de que, ante problemas de comportamiento, sea el profesional etólogo clínico quien lo supervise en primera instancia y pueda realizar propuestas de tratamiento acordes a lo que requiera el animal y su familia. Solo así se puede garantizar una buena práctica clínica y evitar tratamientos inadecuados que puedan empeorar su condición.