28 de Mayo 2025
El escitalopram es un inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina (ISRS) ampliamente utilizado en medicina humana para el tratamiento de trastornos depresivos y ansiosos. En medicina veterinaria, su uso es menos frecuente, pero algunos colegas lo indican como alternativa a la fluoxetina en perros o gatos con problemas de conducta. Sin embargo, ¿es realmente eficaz en nuestros pacientes no humanos? A continuación, analizamos sus ventajas, limitaciones y consideraciones clínicas.
¿Qué es el escitalopram?
El escitalopram es el enantiómero activo del citalopram (significa que es molécula que puede tener dos formas que se ven iguales, pero no lo son, como las manos derecha e izquierda, parecen iguales, pero no se puede poner una encima de la otra y que encajen perfectamente), que posee una mayor afinidad por el transportador de serotonina SERT. Tiene una vida media corta y su metabolismo en perros y gatos no ha sido completamente caracterizado, lo que plantea desafíos para su uso prolongado o sostenido (algo importante al momento de tomar decisiones terapéuticas en trastornos).
¿Cuáles son sus ventajas potenciales?
Inicio de acción más rápido que la fluoxetina en humanos, lo que se ha extrapolado anecdóticamente a animales.
Tiene buena tolerancia en algunos pacientes con enfermedades hepáticas, debido a su menor carga metabólica en comparación con la fluoxetina.
Puede ser útil como alternativa puntual cuando otros ISRS no son tolerados.
¿Cuáles son sus limitaciones en perros y gatos?
Poca evidencia científica: No existen estudios controlados sobre su eficacia en perros o gatos, a diferencia de la fluoxetina, que sí cuenta con respaldo clínico.
Vida media corta: Requiere dosificación más estricta y constante, lo que puede afectar la adherencia y estabilidad de los niveles plasmáticos.
Menor eficacia en trastornos complejos: En casos de ansiedad generalizada, agresividad o trastornos del procesamiento sensorial, muchos pacientes no muestran mejoría con escitalopram o presentan una respuesta parcial.
Discontinuación rápida: Su corta vida media favorece la aparición de síntomas de retiro si se suspende bruscamente.
Mayor variabilidad individual: Algunos pacientes simplemente no responden al fármaco, incluso con dosis adecuadas.
Además, desde la farmacocinética, perros y gatos tienen un metabolismo hepático (procesamiento y eliminación) más rápido, más aún si estos fármacos tienen una vida media más corta (alcanzan niveles terapéuticos en sangre por menos tiempo).
En humanos, el escitalopram tiene una vida media larga (cerca de 27-32 horas), lo que permite una dosificación diaria estable. En cambio, en perros y gatos, no se ha establecido formalmente esta vida media, lo que implica:
Una mayor necesidad de dosis más altas o más frecuentes.
Mayor riesgo de fluctuaciones a nivel plasmático (en sangre).
Dificultad para alcanzar concentraciones estables y efectivas.
La biodisponibilidad oral en animales no ha sido bien estudiada, y no se sabe con precisión si se absorbe igual de bien que en humanos.
¿Esto explica su menor efectividad clínica?
A pesar de que el escitalopram tiene mayor afinidad por el SERT (transportador de serotonina), esa ventaja farmacodinámica se ve contrarrestada por tener una vida media más corta en animales no humanos, debido a un rápida metabolización y eliminación, que impide mantener sus niveles constantes en sangre, además por la falta de estudios de dosificación específicos en perros y gatos y por el hecho de que muchos pacientes que lo toman (en experiencias clínicas aisladas) no muestran mejora, o incluso se mantienen igual tras su suspensión.
Entonces ¿Podría no funcionar bien en ciertos trastornos del comportamiento?
Los trastornos del neurodesarrollo, como el trastorno del procesamiento sensorial o trastorno de hipersensibilidad/hiperactividad (Hs/Ha) por dar algunos ejemplos, requieren una modulación más estable del sistema serotoninérgico. El escitalopram, al tener una farmacocinética más inestable, podría no ser suficiente para lograr ese efecto en estos casos. Además, la falta de estudios específicos en animales impide determinar una dosis óptima segura y eficaz.
El escitalopram puede ser útil en algunos pacientes, pero su uso debe ser cuidadoso y siempre con seguimiento estrecho. Su baja eficacia y la ausencia de estudios en medicina veterinaria limitan su uso como primera línea. La fluoxetina, paroxetina u otros fármacos con mayor respaldo clínico suelen ser opciones más confiables en perros y gatos con problemas de comportamiento.